jueves, 16 de octubre de 2008

Los primeros años de relación.

En aquel entonces vivíamos en Cuba, yo tenía una hija pequeña de una relación anterior y sin ni siquiera ponernos de acuerdo en cuál iba a ser nuestro futuro comenzamos a vivir juntos. Al principio estaba en Cuba apenas un mes y regresaba a Italia por otro mes y volvía a Cuba por otro mes… hasta que cuando llevábamos en eso como 6 meses decidió quedarse a trabajar en Cuba, porque con su familia estaba desarrollando algunos proyectos. Cada vez que llegaba alquilábamos un apartamento que siempre era diferente hasta que decidió trasferirse y alquilamos uno fijo, en casa de Gustavo Araoz, un simpático y diestro señor que tenía un apartamentico muy práctico en el jardín de su casa disponible para rentar, compuesto por 2 recámaras comunicadas por un baño. En la primera recámara había una cocinita en una esquina, en la siguiente una camita donde mas adelante dormiría mi hija, luego en la otra esquina una mesita redonda con 4 banqueticas, un closet de pared a pared, luego seguía la entrada del baño, después un refrigeradorcito con un TV encima sobre un brazo metálico y la entrada de la casita. Según lo que uno escucha, parece un hueco, pero esa recámara estaba llena de ventanas tipo Miami que la hacían muy fresca y clara, sobre todo si sobre la casa hay una enorme mata de mango y todo estaba tan bien organizado y distribuído que daba gusto estar ahí.
Después del baño estaba la otra recámara que solo cabía la cama, 2 mesitas de noche pequeñitas y una cómoda de lo mas bonita con su espejo. En el primer tiempo Cynthia, mi hija, durmió en un colchoncito a mi lado, cuando nos levantábamos por la mañana destendía el colchoncito y lo metía debajo de la cama cubierto por un forro y a la noche hacía el proceso contrario.
Mi familia acogió bien a mi esposo que era todavía novio mio luego de una tormentosa relación que había durado 10 años, veía que me hacía feliz, solo mi mamá estaba reacia a que tuviera una relación con un extranjero y la comprendo, con su luz larga sabía que a la larga o a la corta podría pasar lo que un día pasó: me fui de Cuba a vivir con mi extranjero a otra parte, esas son cosas que suceden lógicamente a quién se casa con un extranjero.
Pero bueno, volviendo a Cuba. Luego de pasar por varias casas mas grandes que la casita del jardín de Gustavo y ser inmensamente felices decidimos irnos a México a probar fortuna, una vez más su familia hizo inversiones que podría él atender por su conocimiento de la lengua española y para allá fuimos no sin antes pasar 10 meses en Italia, el Permiso de Residencia en el Extranjero (PRE) exigía que al salir de Cuba nos fuéramos al país por el cual tenía derecho de tener el PRE que era el país de mi esposo y para Italia nos fuimos, con mi niñita de la mano.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Mi llegada a Italia

Llegué a Italia por primera vez con mi querido esposo hace casi ya 11 años. Vine en diciembre a pasar las Navidades para conocer a su familia, entonces aún éramos novios. Hacía un frio que le retraqueteaba, era el frio mas frio que yo había sentido en mi vida, imaginense a una cubana que vive a una temperatura promedio de 28ºC todo el año aterrizar a un lugar donde estaba nevando y las temperaturas subían por encima de 0º solamente al mediodía.
La ropa que traje no era adecuada, casi todo era de algodón, salvo el abrigo de lana cruda que pesaba una tonelada y ni se me ocurrió en ningún momento preguntar si había una forma especial de cubrirse del frio. Usaba medias largas de nylon que se congelaban con el sudor de mis pies y qué hablarles de las botas que me puse, podría decirse que eran de juguete.
Me acuerdo que se me quemó la cara por el frio, yo estaba acostumbrada a ponerme una crema para el cuerpo como crema de cara y no entendía cómo era posible que se me pelaran hasta los párpados, mi piel no estaba acostumbrada al frio. Imagínense pensar que debía ponerme una crema adecuada para evitar que esto pasara, ¡qué sabía yo!.
Estuve un mes, y a pesar de que encontré todo maravillosamente bello y espectacular, no veía la hora de regresar al calorcito.
A los pocos días de llegada acompañé a mi esposo a Bergamo porque tenía que ir a Enel, la compañía de energía, a algo, me dijo que era rápido y que podría esperarlo mejor en la máquina. Pensé que era lo mejor y encendí la radio para escuchar música en lo que lo esperaba. Puedo decir que no se a ciencia cierta si se demoró mas que lo que esperaba o es que mi cuerpo no lo soportó y yo empezaba sentir el frio de una manera que nunca más lo olvidaré. Encendía la máquina a cada rato para poner la calefacción y a comerme los caramelitos que habían encima de la pizarra de la máquina, pero parece que eso no era suficiente y cuando él llegó, ya yo casi no me movía para no gastar mas energías y así evitar el desmayo que veía inminente, ¡estaba fuera de caldero!!!. Al frio hay que enfrentarlo con bastante proteína en la sangre y de eso no es que yo estuviera bien avituallada. Salimos corriendo a la pizzería más cercana a comerme urgentemente una buena pizza con mucho queso y jamón. Esto no quiere decir que yo estuviera flaca, nada mas lejos de la verdad, me pasaba la vida cuidándome la boca y haciendo ejercicios para no engordar, la cosa es lo que conviene comer en el frio y lo que conviene comer en un país cálido como Cuba.
Pero no obstante, a pesar de que ya había visitado Europa una vez, encontré la zona de Lecco y Bergamo el mas bello lugar que había visto en mi vida, la perfección de todo que mas adelante explicaré.